Foto: Ricardo Pristupluk
En el verano, a Andrea Tiverio, de 58 años, le gusta viajar a Brasil o algún país de Ámerica Central, pero esta temporada, si se habilita el turismo, va a elegir pasar sus vacaciones en el Delta, en Tigre. Dice que, por el nuevo coronavirus, no le parece seguro irse al exterior: «Estoy grande, me da miedo contagiarme en otro país y, además, no quiero volver y tener que hacer 14 días de cuarentena». Su caso es el de miles de argentinos que, a raíz de la pandemia, piensan desistir de viajar a destinos típicos, como Brasil o la costa atlántica, para hacer turismo de cercanía. Es por eso que el Delta, un paraíso natural a pocos minutos de la ciudad, se prepara para un verano, que esperan los operadores del sector, será exitoso.
La expectativa de los isleños es que, no solo vayan más visitantes, sino que también los elijan para tomarse un descanso de varios días, a diferencia de las típicas estadías de un fin de semana. Los propietarios de cabañas y hoteles entrevistados por LA NACIÓN afirman que, a diario, reciben consultas para averiguar precios y disponibilidad, pero que aún no pueden dar muchas certezas acerca de cómo será la temporada.
Guillermo Dannemann, propietario del complejo de cabañas Ich, en la isla Chamamé, indica que están muy pendientes de la información oficial y que han estudiado los protocolos para la hotelería que elaboró el Ministerio de Turismo de la Nación. Ya se están preparando para el verano, compraron mochilas para rociar productos sanitizantes, como amonio cuaternario; fundas impermeables para las almohadas y cerraron los espacios de uso común, entre otras medidas que permitirían disminuir al máximo el riesgo de contagio.
Pero aún las preguntas son muchas. «No sabemos qué va a pasar con los traslados. Hoy las lanchas colectivos salen solo una vez por día y van muy cargadas. Por otro lado, los remises acuáticos son caros. Ese es uno de los temas a solucionar. Otro es que en el Delta hay muchas cabañas que se alquilan de manera informal, y si ahí no se cumplen los protocolos, puede ser peligroso», señala Dannemann.
Según cuenta, estos fueron meses muy difíciles. Si bien en invierno siempre baja la llegada de turistas, este año no pudieron aprovechar Semana Santa o cualquier otro feriado o fin de semana largo. Por eso, la expectativa para el verano es muy alta. «Acá, prácticamente todas las actividades son al aire libre y, por supuesto, en contacto con la naturaleza. Estamos recibiendo cerca de 10 consultas diarias a través de las redes sociales o a nuestro mail. Esperemos que pronto podamos tener lineamientos claros sobre cómo podemos avanzar para poder tener una temporada segura para todos».
«Pensamos que va a ser un boom turístico. El lugar es ideal porque tiene una naturaleza espectacular y es muy cerca de la ciudad u otros puntos de la provincia», dice Silvina De Prado, dueña de la hostería Senador Dupont, en el arroyo Gallo Fiambre. Sin embargo, para que esa expectativa los termine de entusiasmar, sostiene que necesitan lineamientos claros por parte de las autoridades municipales, y así poder empezar a prepararse.
De Prado afirma que todos los días reciben consultas de huéspedes que ya se han alojado en la hostería y de otros que quieren ir por primera vez. Si bien aún no cuenta con los lineamientos de los protocolos oficiales, piensa fomentar las estadías más prolongadas para tener menos circulación de personas.
«La idea es que las entradas y salidas de huéspedes sean bien organizadas. Es posible que exista un mínimo de noches para alojarse. Las estadías deberían ser de cinco noches en adelante para que haya menos circulación de personas», agrega De Prado.
Rosana Di Mecola es una de las propietarias de Bonanza Deltaventura, un complejo de cuatro cabañas que también ofrece excursiones vinculadas al ecoturismo. Para las habitaciones, junto a sus socios, planea manejarse con grupos cerrados. Es decir, familias o amigos que alquilen dos o cuatro cabañas al mismo tiempo.
«Que solo haya uno o dos grupos hospedándose es una manera de evitar problemas. Creo que para los que alquilen cabañas y casas va a ser una muy buena temporada, pero nuestro fuerte son las excursiones. Nosotros embarcábamos a 50 pasajeros y hacíamos caminatas, cabalgatas, entre otras actividades. A esa escala, ahora, eso no creo que sea posible. Los visitantes deberán venir en lanchas privadas que son muy caras, salen cerca de 5000 pesos para cuatro personas», indica Di Mecola.
Alejandro Avegno, de 44 años, vive en el barrio porteño de Congreso. Es padre de dos hijos y en enero suele viajar a alguna provincia. Ahora, a raíz de los protocolos y demás dificultades que, supone, se van a presentar este verano, ya está averiguando para tomarse unos días en el Delta. «Es un lugar espectacular al que hace más de dos años y medio que no voy. Creo que este verano va a ser una buena oportunidad para volver», adelanta.
El mandatario señala que están trabajando en una ordenanza que estará destinada al sector del turismo para estandarizar los protocolos sanitarios. Como algunas actividades estarán limitadas, tiene pensado permitir otras al aire libre, como algunos shows musicales u otros eventos culturales que antes no estaban reglamentados. En cuanto al transporte, Zamora afirma que habrá más lanchas colectivos por día y que habilitarán más embarcaciones privadas para hacer traslados «punto a punto».
LA NACION consultó al municipio de San Fernando, que tiene jurisdicción en la segunda y tercera sección, y se mostraron en línea con Tigre, porque, según indican, están trabajando en conjunto.
Inmobiliarias
No solo los complejos de cabañas y de hoteles esperan la temporada de verano. Las inmobiliarias de la zona sostienen que los alquileres de las casas dentro y fuera de las islas alcanzaron un nivel récord de demanda que, como la lógica indica, está acompañada por precios muy elevados.
Victoria Daverio, broker de la inmobiliaria Delta Propiedades, que solo trabaja con propiedades de «alta gama», señala que la demanda es «impresionante». Dentro de las islas hay pocos barrios cerrados, donde el alquiler mensual de una vivienda puede alcanzar los 5000 dólares. «También hay otras casas, que son más demandadas, que son más sencillas y cuestan, en promedio, 1500 dólares por mes. No solemos trabajar ese tipo de viviendas, porque, a veces, les falta mantenimiento», describe.
«Este verano va a ser atípico. La gente sabe que es muy probable que no sea posible viajar al extranjero o que sea incómodo viajar por cuestiones obvias, por eso estas opciones ganan más fuerza que nunca», pronostica Daverio.
Telmo Berho trabaja hace 18 años en el hotel La Becasina, a la vera del arroyo Las Cañas. El último huésped se fue el 16 de marzo, por lo que la expectativa de volver a recibir visitantes es muy grande. Ahora reciben consultas todos los días de clientes que quieren regresar.
«Estimo que vamos a tener una buena temporada, pero hay muchos temas a resolver, no solo con los huéspedes, sino también con los empleados. Acá somos cuatro fijos y el resto va y viene. Tal vez, haya que fijar grupos de empleados que se queden varios días en el hotel y luego haya un recambio. Al menos, eso es lo que venimos haciendo para mantener el lugar durante estos meses de pandemia», concluye Berho.
Fuente: Alejandro Horvat (La Nación)
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